La reseña de hoy se la debemos a Álvaro Rodríguez, nuestro profe de lengua. ¡Muchas gracias, Álvaro!


 La mano izquierda en la oscuridad es uno de esos libros de ciencia ficción tan buenos que pudo trascender la crítica paternalista que mantenía al género como literatura barata o subliteratura en los sesenta.

Pero ¿de qué va? En una contraportada corriente se hablaría de la premisa: en un futuro en el que la humanidad se ha expandido por el universo, cada mundo es único y los habitantes tienen sus particularidades. El protagonista, Genly Ai, es enviado por una confederación de civilizaciones para contactar con un nuevo mundo humano en una misión diplomática. Así, a lo largo del libro se va tejiendo una trama política puesto que dos grandes potencias dominan el planeta y Genly apenas domina no ya el idioma, sino los entresijos sociales de las dos culturas predominantes. Culturas que desconocen el significado de la guerra pero que se ven inmersas en una escalada de asaltos fronterizos y zancadillas económicas a la que Genly asiste como un humano como nosotros: viendo como van a emprender lo que ya tantas veces se ha hecho y sufrido en otros mundos.

La trama es interesante, sí, pero conforme uno se sumerge en el mundo de Gueden y va tratando de comprender junto al protagonista el funcionamiento de cada una de las sociedades, descubre porque Le Guin es una de las grandes escritoras del siglo XX: su faceta de poeta no la abandona y no solo encuentra una forma bella de narrar – precisa y encantadora –, quedando en unas simples frases y citas bonitas que enmarcar, sino que siempre están al servicio de los grandes temas de la novela: la comunicación – la dificultad y necesidad de entenderse, entre individuos y civilizaciones–, la aceptación del otro y la amistad verdadera. 

Para muestra, un botón: Durante los primeros capítulos, Genly está bajo la protección de un ministro de una de estas naciones, Estraven, y tras una cena, charlan. Es fácil ver que el Estraven esconde intenciones y algo más profundo en la conversación, pero Genly es incapaz de entender. Para bien y para mal los Guedianos poseen el concepto de Shigfredor, una forma de honor y prestigio que está imbricada en el lenguaje, por lo que la forma de comunicarse del ministro es demasiado sutil. El teléfono está escacharrado y, si uno no se hace entender ni es capaz de abrirse de verdad, el otro no comprende al no ser capaz de escuchar más allá de los prejuicios.

En este punto, el viaje de Genly, su misión diplomática, acaba de empezar, y Le Guin, una irredenta humanista nos regala conforme avanza la lectura algunos de los mejores capítulos del siglo XX. Y es que La mano izquierda de la oscuridad es una de esas lecturas que dejan poso y a la que hay que volver de vez en cuando. Es imposible abandonar del todo las Tierras del Fuego, la estufa y la amistad sincera.

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